martes, octubre 10, 2006

Curaca

Los truenos rompieron horizontalmente sobre nuestras cabezas. Yo estaba parada frente a él, que me miraba el ombligo.

"-Hay palabras que solamente las sé en mi lengua", susurró.
Se anunciaron las primeras gotas. Dijo que estaba limpiando mi corazón y la lluvia se lanzó sin mezquindades sobre la tierra.

(Fue en ese preciso instante que entendí, ¿por qué la enredadera se estaba secando?, ¿por qué la inmensa maraña, que se tejía ente los árboles inmensos de la selva, se estaba poniendo amarilla? Ella daba unos frutos de los que no se conocía utilidad. Rastreada sus venas, desenredado su secreto, habían dado finalmente con el tronco raíz. Dos golpes de machete, la separaron definitivamente de la tierra. Se resistía a morir. Se consumía desde afuera hacia adentro...)

Otro nativo suavemente, me dijo que liberarían mi garganta. Se levantó el viento. Lo empujó todo. Cerré los ojos mientras el humo de la leña verde, arrastrándose nos envolvió desde lejos.

(La gente tiene bolsillitos en el cuerpo. Adentro y afuera. Arriba y abajo. En cada bolsillo guarda papelitos que cuentan cosas ocurridas hace tiempo. Cosas que nos han hecho felices y las otras, que nos han lastimado tanto. También hay papelitos en blanco, de aquellos momentos en que era mejor, escribir nada. El tiempo se nos pasa releyendo papelitos, cambiándolos de lugar o zurciendo firmemente los bolsillos para que el papelito no salga mas nunca de allí. La gente tiene papelitos por el cuerpo. En la cabeza y también en los pies)

Débil. Exorcizada. Desnuda. Fundida con el fin de la tormenta, caminé unos pasos. Miré al cielo, abrí grande la boca y me quedé así, yo también tomando agua.





Setiembre 2006. Un recuerdo de allà lejos, de un lugar que amo.

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