
La sorprendí varias veces entre mis frascos pequeños atrapada por el aroma a incienso indio. Se desprendía de sí misma y navegaba por una calle de claridad que encontraba sólo ella en el dormitorio.
Volvía cuando quería. Cuando nadie la esperaba, ni la llamaba.
Volvía cuando quería y otra vez, encontraba mis pequeñas cajas de latas multicolores y las habría una por una.
Respiraba con avaricia. Sí, porque respiraba de un modo irreparable para los vivos. Respiraba y se llevaba todos los aromas y los olores que a mí, me había tomado todo el día juntar.
Nunca dejaba nada.
Ella no me veía, o no quería verme. Eran sólo mis objetos, lo que la empujaba a venir una y otra vez, a mitad de la tarde o al fin de la noche.
No era necesario que yo escondiera o que por el contrario intentara tentarla con alguna cosa, no daban resultados tales experimentos. Todas las veces encontraba alucinaciones distintas. Los peines, mis zapatos, el reloj. Las almohadas, los cuadernos y los lápices. El sacapuntas, los collares, la goma, los pañuelos...
Hay que convencerse... Algunos espíritus entran en cualquier lado, con tal de salvar algún recuerdo.
De "Reconstrucciones". Montevideo. 1996
Me quedé encantada.
ResponderBorrarSaludos.